Principios básicos de cuidado emocional en grupos de activismo

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Por lo que he visto y vivido en muchos grupos, comunidades, etc. es que, cuando iniciamos andadura juntas o nos incorporamos a un grupo, con objetivos concretos y similares a los nuestros, solemos sentir una gran alegría y nos llenamos de orgullo y satisfacción  -parafraseando a un político español– porque parece que hemos encontrado lo que buscábamos o nos hemos topado con ello sin buscarlo.  Y, de repente, sentimos como ¡si hubiéramos hallado nuestro sitio en ese momento!

Y empezamos a buscar lo que puedo aportar al grupo o disfrutar de lo que aprendo, lo que me aporta y cómo me voy desarrollando con todas las que participan.

Admiro y me encantan muchas de las integrantes y deseo reunirme con ellas, para disfrutar del encuentro, del intercambio…

Estos momentos como de enamoramiento del grupo lo llaman en las comunidades de vida “luna de miel” y suele durar unos meses o incluso años. En ocasiones, puede haber incluso una cierta idealización de las personas o del colectivo.

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Como en toda relación de amistad o de pareja, necesitamos un tiempo de observación y adaptación mutua entre el grupo, su dinámica y yo.

Y en ese baile, la dinámica y el ritmo del grupo puede variar con tu llegada o por el contrario, tendrás que ir acoplándote como puedas.

Pues bien, uno de los aspectos más importantes en un colectivo de activismo no son sólo los objetivos a alcanzar, sino también  cómo queremos trazar el camino para alcanzarlos.

Por lo general, los colectivos suelen tener elementos en común que une a las personas que lo componen y por lo tanto, suelen tener más o menos claros sus objetivos, sus afinidades y su identidad grupal.

Lo que no suele estar tan claro es el cómo nos relacionamos, cuánto trabajo asumimos y si es realista y sostenible a largo plazo mantener esa dinámica.

La parte más compleja de la mayoría de las relaciones que conozco es la que toca las emociones de los individuos y que, por lo tanto, afectan de alguna manera, más o menos sutil, al grupo.

La mayoría de los proyectos comunitarios que fracasan suele ser por estos motivos:

1.  Necesidad de una mayor claridad en los objetivos o medios para lograrlos.

2. Mayor equilibrio en la organización, comunicación empática y reparto de tareas según las posibilidades reales de cada persona.

2. Necesidad de mejora en la gestión emocional personal y grupal más saludable.

Tras el 15M casi todas las asambleas se disolvieron, pero resulta curioso cómo los objetivos iniciales que unieron al grupo, no pudieron continuar en el tiempo por falta de constancia y personas que continuaran trabajando con tesón, mientras que muchas de las relaciones personales que se tejieron en el grupo, se han mantenido. ¿Por qué?

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Puede deberse a las habilidades personales y de gestión y coordinación de grupos que aporten las integrantes, que puede traducirse en un trabajo personal y grupal fructífero.

Lo que me interesa saber es qué herramientas utiliza cada grupo de acuerdo a sus características y necesidades.

Los grupos de activismo horizontales, se encuentran a menudo con que no todas somos igual de horizontales en todos los aspectos, que el carácter de unas es más suave y acogedor y el de otras más contundente y orientado a los objetivos; unos más proactivos y el de otros más delegacionista o se halla más cómodo en ejecutar tareas más que en organizar y distribuirlas, etc.

Diferentes caracteres, diferentes formas de trabajar para el logro de objetivos: unas son más lógicas y asépticas emocionalmente, mientras que otras necesitan más la conexión emocional y el calor del grupo, una buena acogida que acompañe a la persona a encontrar lo que puede ofrecer, etc.

Hay personas más perceptivas y sensibles que otras y tener en cuenta las diferentes sensibilidades es un elemento que facilitará mucho las relaciones y la participación de todos los miembros.

Habrá personas que no vean al grupo como una fuente de satisfacción personal, sino más bien, como un medio para lograr sus fines, mientras que otras necesitarían comunicarse y conectar con los demás integrantes, sus compañeros/as, pues, al fin y al cabo, el trabajo de activismo, no es trabajo remunerado, sino que es el que cada persona dedica de su tiempo libre, de ocio y descanso y para cambiar el mundo en el que viven, su mundo, su vida.

Muchas personas entienden que cambiar el mundo implica, casi en primer lugar, modificar nuestra manera de relacionarnos, tratando de evitar ejercer opresión o pararla si la están ejerciendo sobre una u otra persona.

Deconstruir, analizar el mundo que hemos integrado en nuestra socialización y reconstruirlo interna y colectivamente, a nuestra manera, tal y como expresa el lema “llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones”.

La claridad y carga de trabajo, responsabilidad, etc. es importante calcularla de forma realista, sabiendo con qué fuerzas se cuenta, pues de otra manera, es probable que gran carga de trabajo programada para repartir entre varias personas, quede relegada y sea asumida siempre por las mismas personas, que al cabo de un tiempo, acabarán con cierto agotamiento, producido por una desorganización en el reparto de tareas.

Este tipo de situaciones típicas pueden derivar en una ansiedad, tristeza o cualquier otro sentimiento de desasosiego, irritación, etc. Que puede convertirse en una bomba de relojería a punto de estallar.

Algunas herramientas que se han ido desarrollando por colectivos y comunidades son:

1. Comunicación No Violenta: asertividad y comunicación profunda.

2. Trabajo personal: terapias, meditación…

3. Asambleas o espacios seguros de comunicación desde un nivel emocional.

Otro aspecto que me llama la atención en la cohesión de los grupos es las actividades fuera de los objetivos propios del grupo, es decir, si comparten ocio saludable y otros aspectos de sus vidas, fuera de los tiempos programados para asambleas y trabajo en común.

Me parece que hay factores muy positivos para la cohesión saludable del grupo, como compartir aficiones artísticas, deportes, música y baile, etc.

Es decir, como personas que somos, contamos con potencial de creación y con necesidades propias, de nuestra vida y trayectoria, así como las necesidades internas del colectivo.

Por todo lo descrito, por la sensibilidad y capacidad de compasión, de conmoverse por empatía que he visto en las personas que se dedican al activismo, es necesario incorporar unos cuidados personales y grupales (rutinas cuidadosas 😉 al igual que cada actividad profesional implica ciertos riesgos, el activismo no está exento de ellos.

¡Y ahora, a ver cómo te cuidas y cuidas a tus compas!

Tenemos bastante literatura acerca de cómo cuidarnos:

-Atravesadas por la frontera: ¡A cuidarse, nos lo debemos!

https://calaisjetaime.wordpress.com/2018/01/

-La ira: el dominio del fuego interior. Thich Nhat Hanh

– ¡Cuídate compa! Eneko Landaburu Pitarque.

https://www.herramientasempatia.org/

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